lunes, 8 de junio de 2015

Aguaí, la nueva industria del azúcar

Sólo la lluvia, que cayó incesantemente desde la madrugada del día de la visita, podía empañar la asepsia, pulcritud y modernidad en Aguaí. El nuevo ingenio, ubicado en el norte integrado cruceño, en el municipio Fernández Alonso, contradice cualquier preconcepto: no nos recibe el típico olor a caña procesada ni es frenético el movimiento de trabajadores y zafreros en las faenas acostumbradas. La atmósfera cargada y el humo gris de las calderas y usinas ha sido sustituido por tinglados abiertos donde marañas de tuberías transcurren en líneas caprichosas en medio del ensordecedor ruido de los motores. Todo es modernidad y renovación. Pero ambas condiciones no están dadas únicamente por la juventud del emprendimiento, son parte de un modelo de negocios diferente que es la raíz y el sustento de Aguaí.
El don de la terquedad
Cuando Cristóbal Roda Vaca –conocido como Pily-, empresario cruceño y líder del grupo empresarial Roda que maneja varias industrias en Santa Cruz, tuvo listo el proyecto de implementación de un nuevo ingenio, no sólo estaba imbuido de la certeza de la necesidad de que en el país se instalen más fábricas de alcohol y de azúcar, sino de la convicción de que éstas deberían ser edificadas con los estándares que había alcanzado la industria azucarera en otros países.
Pily Roda es el hijo mayor de Cristóbal Roda Daza -patricio cruceño que llevó adelante algunas de las más importantes empresas de Santa Cruz- y heredó de su padre el sueño de edificar un gran ingenio en Santa Cruz. Don Cristobal Roda Daza había sido dueño temporalmente del ingenio La Bélgica y compartía las aventuras de otros pioneros de la industria del azúcar en Bolivia como Erwin Gasser y Óscar Barbery, de modo que no es casual que su hijo siguiera sus pasos participando e incluso presidiendo el directorio del ingenio Guabirá, el más importante productor de azúcar en la actualidad en Bolivia.
La experiencia de conducir los destinos de Guabirá entre 2005 y 2009 consolidó la convicción de Pily de la necesidad de implementar otro ingenio. Había estudiado ingeniería en Brasil y visto de cerca cuán grande es la industria del azúcar en ese país –cerca de 400 ingenios azucareros- y cuánto gravita en su desarrollo.
Por ello, antes de dejar el directorio de Guabirá, propuso a los accionistas embarcarse en la construcción de un nuevo ingenio. Le dedicó meses al estudio de factibilidad y consideró cada detalle para hacer de ésta una propuesta innovadora y diferente. El directorio, sin embargo, consideró que no era el momento oportuno y desistió la idea. Pily aceptó la decisión pero anunció que no renunciaría. Sólo con la idea, y cuando nada parecía darle la razón, Roda Vaca persistió tercamente en su proyecto: fue buscando aliados, pergeñando formas de financiamientos y diseñando lo que quería ver cristalizado en una industria. Así nació Aguaí.
Modelo de negocios
Pero la terquedad de remar contra la corriente no es el único rasgo que caracteriza a un empresario como Roda. También la habilidad de encontrar respuestas a las preguntas más difíciles con fórmulas innovadoras.
Ante la constatación de que "el socio ideal” (Guabirá) dejó el tren en plena marcha, buscó la forma de financiar la aventura llamada Aguaí. Con un costo que sobrepasa los 100 millones de dólares, no era, por supuesto, un trabajo fácil. Con una lista inicial de 10 nombres que subía y bajaba en importancia cada que recibía un no o un quién sabe como respuesta, fue en búsqueda de financiamiento externo.
Los grandes bancos de desarrollo y las corporaciones de financiamiento no alentaron sus esperanzas y tuvo que volver con la valija vacía y la seguridad de que la respuesta se tendría que encontrar dentro del país. "Pero, ¿cómo?”, se preguntaba a sí mismo. Inicialmente conformó un grupo de accionistas que responde a otros de sus criterios innovadores; no se trata de empresarios cruceños tradicionales, sino de una diversidad de figuras muchos de ellos migrantes de otros países y departamentos: un empresario brasileño, otro potosino, varios paceños e incluso uno de origen italiano, se fueron haciendo parte de la sociedad.
Pero, como ni todos estos capitales alcanzaban a cubrir las exigencias de una inversión de esa magnitud, Aguaí incursionó en la Bolsa Boliviana de Valores y concretó una venta de bonos que fue comprada por una AFP. Así, el emprendimiento tomó forma gracias a una ingeniería financiera y un modelo de negocios nunca antes vistos.
Ingenio con ingenio
Le dicen la NASA cañera, y el nombre viene a tono. Aguaí -que opera desde 2012 como productor de alcohol y en este junio arrancará la producción de azúcar- fue concebido e implementado acorde con la última tecnología de la industria sucroalcoholera.
Su proceso es completamente automatizado. Un conjunto de computadoras, manejadas por ingenieros especializados, opera remotamente el funcionamiento de los diferentes motores que dan vida al procesamiento del alcohol y pronto al del azúcar.
Pero, no solamente la tecnología de punta caracteriza a Aguaí, sino sobre todo los criterios de eficiencia en el proceso. El ingenio ha sido ubicado en una zona de productores de caña, por lo que uno de los obstáculos por los que atraviesan otros ingenios: el traslado y acopio de la caña, no representa un problema. Lejos quedan las filas de camiones y la espera de los cañeros de más de un día para dejar su caña, en Aguaí la materia prima se procesa de inmediato, por lo que los insumos no deben esperar.
Otro rasgo de eficiencia es el reciclaje de los desechos, que constituye uno de los aspectos que más se cuestiona a la industria del azúcar, considerada altamente contaminante. En Aguaí, gracias a la moderna tecnología, el bagazo -residuo de la caña una vez se extrae la sacarosa- es usado como combustible, de manera que la planta no sólo se autoabastece de energía sino almacena la que le sobra para sumarla al sistema interconectado de energía que provee a otras zonas y regiones.
Lo propio sucede con otros desechos como la ceniza de las usinas que a través de un innovador proceso es separada del vapor y convertida en abono, que se entrega a los cañeros para alimentar sus sembradíos.
En cuanto al agua, que es uno de los recursos que más utiliza un ingenio, Aguaí reutiliza el 90% del agua que interviene en la cadena industrial y solamente un pequeño porcentaje con residuos orgánicos es trasladado a través de tuberías a los cañaverales para riego.
Pero, el ideal de la eficiencia para Aguaí está en el uso del alcohol como combustible. La propuesta -que ya se aplica en muchos países- es adicionar alcohol a la gasolina no sólo para aumentar su octanaje sino para disminuir el costo que representa al país el subsidio a los precios de los combustibles; además de aportar al uso de una energía menos contaminante.
"Estamos tratando de convencer a las autoridades nacionales de esta propuesta que representa una ganancia para el país”, comenta Pily Roda.
Un azucarero de cepa al timón
Como en un ser humano, hay dos pulmones que insuflan energía a este emprendimiento industrial. Uno corresponde a Pily Roda y su tesón visionario y el otro a un caballero que recibe cordialmente a los visitantes en Aguaí para explicar detalladamente las características técnicas de la fábrica. Luis Caballero -su nombre no es producto de la casualidad- es uno de los 12 ingenieros azucareros bolivianos que en la década de los años 70 se formó en Argentina. En aquel momento de auge de la industria del azúcar en Argentina, la carrera era una de las más cotizadas; y aunque pronto la crisis acabó con el impulso de las universidades y dejó de impartirse, Bolivia gozó de la experiencia de estos profesionales por muchos años.
Luis Caballero ha transitado por diversos ingenios en diversos momentos y ha sido testigo de los logros y errores propios de la industria. Conocido como "el hombre que más sabe”, fue sumado al proyecto cuando éste daba sus primeros pasos, de manera que a él se deben todas las condiciones de vanguardia tecnológica y de proceso que hoy destacan en Aguaí.
Pero, no sólo es en la parte industrial donde el ingeniero Caballero ha dejado sus conocimientos y experiencia, él ha contribuido en hacer de esta nueva industria un modelo de recursos humanos y de seguridad industrial.
"Ésta es, por encima de todo, una fábrica sostenible. Desde el punto de vista ambiental, por el tratamiento innovador de los desechos, y por el aprovechamiento máximo de sus recursos energéticos; pero también por la seguridad que brinda a sus trabajadores, que ha sido una de las metas en el modelo implementado”, comenta.
La sostenibilidad también se asienta en las proyecciones de crecimiento: Aguaí está diseñada para crecer al doble de su capacidad con la misma amplitud que hoy goza, gracias a un diseño en espejo que establece la edificación de otras plantas en la llanura donde se ubica.
Hay más: acorde con criterios modernos de nutrición que recomiendan restricciones en el consumo de azúcar, dado su contenido químico, en Aguaí se han implementado procesos de refinamiento que son exigidos en países europeos y que son nuevos en el país. El azúcar de Aguaí casi no contiene azufre y el refinamiento responde a un proceso natural que elimina los contenidos químicos.
"Todos nuestros equipos son los que corresponde a una fábrica de alimentos; por tanto, usamos material inoxidable y procesos limpios en la refinación”, explica.
A sus 67 años y con la vitalidad digna de un hombre en su mejor etapa productiva, Luis Caballero recorre cada semana los 110 kilómetros que distan entre su casa en Santa Cruz y la planta donde vive en campamento junto a más de 500 obreros: allí toma el timón de la fábrica y nadie le discute su autoridad para hacerlo.
Dejando de lado los tabúes de la industria
Con su producción de alcohol vendida anticipadamente a Europa por cinco años, el ingenio se apresta a arrancar con el 40% de su capacidad en la producción de azúcar este mes: el 100% de esta producción irá al mercado local.
Esto fue posible únicamente porque Aguaí pasó las pruebas más difíciles de control de calidad de producción y de trabajo. Las exigentes auditorías de calidad centran su vista en aspectos no solamente técnicos, sino sobre todo humanos: los derechos de los trabajadores y el trabajo infantil han sido históricamente los puntos débiles de la industria.
"Somos un ejemplo”, dice Caballero al comentar que además de tener a los productores de caña como socios y no únicamente como proveedores y aportar activamente en los procesos agrícolas, la empresa tiene una unidad de fiscalización a sus socios, para evitar que éstos empleen a sus hijos u otros menores de edad en el trabajo agrícola.
"Las buenas prácticas administrativas -pago a cañeros-, las condiciones de trabajo y habitabilidad en los campamentos, la restricción absoluta al trabajo infantil y el estricto control de calidad nos han asegurado una evaluación impecable para exportar”, agrega Luis Caballero.
Un hombre mirando al futuro
La mañana del 24 de septiembre de 2012 el ingenio sucro acoholero Aguaí comenzó a hacer sus primeras pruebas para funcionar. Habían pasado seis años, dos meses y 23 días para que el sueño se haga realidad.
"No estamos descubriendo nada. La industria azucarera tiene mucha historia, no en vano un 65% de los países del mundo, grandes y pequeños, ricos y pobres, la producen y la exportan. Y en América la experiencia no es menor: Argentina lideró allá por los años 60 la industria en la región, luego lo hizo Cuba apoyada por tecnología soviética y ahora el liderazgo lo tomó Brasil con más de 400 ingenios instalados. Tenemos dónde mirar para aprender y por eso Aguaí no tiene nada que envidiar ni en tecnología ni en comodidades. Estaremos en la punta del sector con lo mejor de lo mejor que proporciona la experiencia y el aprendizaje de los errores de otros”, dice Pily Roda.
Después de casi 40 años de la construcción del último ingenio todo parece indicar que Roda tuvo razón. No sólo que Aguaí ha llegado para revolucionar la industria del azúcar en el próspero norte cruceño, sino para convencer a los bolivianos de la pertinencia y necesidad de contar con más de estas industrias: el gobierno del presidente Evo Morales parece decidido a hacer lo propio en La Paz en San Buenaventura.
"Yo había idealizado este proyecto porque veía que era factible. Las variables eran que una industria alimenticia donde la población crece exponencialmente siempre va a tener posibilidades por la necesidad de alimentos; segundo, que la caña de azúcar es generadora de combustible y ya se empezaba a consolidar la alternativa de mezclar alcohol con gasolina; y el tercero, es la generación de energía con un residuo de la fabricación de azúcar que es el bagazo para ampliar el negocio de ingenio azucarero también a negocio energético.

El horizonte de la industria es muy promisorio por todos lados (…) Estoy convencido que la cadena de azúcar y alcohol genera el mayor efecto multiplicador en la economía. Crea fuentes de trabajo pues requiere de intensiva mano de obra desde la preparación del campo y el suelo hasta la comercialización del azúcar”, dice.

Mujeres y jóvenes
Silvia Ibarra tiene 28 años y es ingeniera petrolera, graduada de la Univalle. Es operadora del área de Evaporación y Tratamiento de Jugos, una de las responsables de la NASA cañera. Es su primer empleo.
Como Silvia, el 90% de los trabajadores del ingenio Aguaí son menores de 30 años. Y como ella, un enorme porcentaje son mujeres.
No es una casualidad: uno de los rasgos del modelo Aguaí es el apoyo al empleo joven y la equidad de género. Pero, transitar del discurso a los hechos no ha sido sencillo para la empresa: muchos jóvenes –mujeres y hombres- han "aprendido haciendo” y se ha tenido que doblar esfuerzos en capacitarlos para conducir diversos procesos importando expertos de otros países para ese fin.
"Estamos orgullosos de estar en esta empresa y que nos den esta oportunidad”, dice Silvia y Luis Caballero asiente.

100 Millones de dólares era el presupuesto que se necesitaba para realizar el sueño llamado Iguaí.

Aguaí reutiliza el 90% del agua que utiliza y un pequeño porcentaje de residuos orgánicos es trasladado a los cañaverales para riego.

AGUAÍ SA en datos
Tamaño Es el ingenio con mayor espacio físico de Bolivia.
Proyecto El diseño prioriza la comodidad de los trabajadores.
Construcción 60 % de todos los insumos son bolivianos.
Tecnología La planta de 13 hectáreas podrá ser manejada por tan sólo 30 profesionales proviastos de la más alta tecnología.
Diversidad La planta de ingenieros es diversa: sólo tres son cruceños y el resto proviene de La Paz, Oruro, Potosí y otros departamentos.
Ecología La caldera del ingenio, con una altura equivalente a un edificio de 15 pisos, no lanzará humo contaminado a la atmósfera.
Capacidad El ingenio cuenta con el tanque de alcohol más grande de Bolivia con una capacidad de 20 millones de litros.
Sin moliendas El sistema utilizado no muele la caña, la "florece”, la lava a una temperatura de 80 grados para sacarle la sacarosa. Es la diferencia fundamental con otros ingenios que usan moliendas mientras Aguaí utiliza el "difusor”.
Uso sostenible del agua Reutiliza el agua sin límite de tiempo.
Energía El ingenio no utilizará turbinas sino un sistema eléctrico más limpio para el ambiente.

"No estamos descubriendo nada. La industria azucarera tiene mucha historia, no en vano un 65% de los países del mundo, grandes y pequeños, ricos y pobres, la producen y la exportan”.

"Todos nuestros equipos son los que corresponden a una fábrica de alimentos; por tanto, usamos material inoxidable y procesos limpios en la refinación”.
Luis Caballero, ingeniero creador de Iguaí.

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